CAPITULO 1
CAPÍTULO I.
Habían pasado nueve meses desde el cierre de la Escuela de Magia y ahora, en Amantis, con motivo del aniversario de la ciudad, se estaba celebrando una gran feria a la que habían acudido gente de más alla de las fronteras de Lindon, gente que venía principalmente de los sitios más cercanos como de la Comarca y de Lossoth, atraídos sobre todo por las fresas y por los libros que habían llegado desde Lamelon.
-¡Buenos días!- le dijo Eric a Zintia, la hija de Apolo y Coral- ¿Qué tal estás?
-Con un poco de calor- respondió ella- pero se puede aguantar. ¿Quieres ir a dar una vuelta?
Eric se sonrojó ligeramente y aceptó. Zintia sabía muy bien que Eric le quería. Ella también le amaba con locura, pero nunca, ni él ni ella, se habían atrevido a confesárselo. Ella esperaba a que él se lo propusiese, y él... ¿Quién sabe a qué? Mientras tanto, se limitaban a dar largos paseos juntos y a cruzarse las miradas de vez en cuando. Se dirigieron hacia los árboles que estaban en frente de la cascada, para protegerse del fuerte calor bajo una buena sombra. El viaje duró algo más de lo normal, pues se pararon a recoger algunas flores para la madre de Zintia. Por fin llegaron al pie del gran árbol negro. Según las leyendas de los viejos elfos este árbol tenía más años que el anciano Tom Bombadil. Algunos hasta dicen que fue él mismo Tom quien lo plantó. Pero esa es otra historia. Lo cierto es que ese árbol, lo plantara quien lo plantara, proporcionaba una agradable sombra para esa calurosa tarde de julio.
-Oye Eric. He estado pensando que... - Eric se ruborizó. Ese gesto que hacía Zintia con el pelo le fascinaba.
-¿En qué has estado pensando?- Le preguntó.
-Pues,... en como hacer esto- Entonces se acercó a Eric y le besó. Eric se quedó sin saber que hacer, el color se le subió por todo el cuerpo y se le puso la piel de gallina. Cuando por fin logró reaccionar, Zintia estaba esperando respuesta. Eric acercó sus labios a los de ella, y ambos se fundieron en un beso lleno de amor.
Un rato después volvieron al pueblo en un paseo que se les hizo muy corto, ya que de lo enamorados que estaban no querían que ese momento acabará nunca y hubieran deseado que el tiempo se detuviese. Pero, como todo, el paseo se acabó y llegaron al pueblo. Allí se separaron pues no les gustaba que la gente les viese juntos, por miedo a las malas lenguas.
Zintia se dirigió hacia su casa para ayudar a su madre a preparar la cena. Al llegar, su madre le notó una extraña sonrisa. No necesitaba preguntarle de qué era pues ya lo había adivinado.
Eric se dirigió a la taberna. Una vez allí se fijó en un nutrido grupo de gente que estaba escuchando atentamente a un hombre que debería estar sentado en la mesa del centro y al que Eric no podía ver. Cuando Eric se acercó comprobó que así era. Allí estaba él, un hombre ataviado con una túnica azul oscura de la cual salía una capucha que hacía invisible el rostro del orador. Su voz era profunda y grave, lo cual hacía que la conversación pareciese interesante, así que Eric se puso a escuchar.
- Y ahora os voy a dar una noticia que me llega desde E´Othraim- dijo el extranjero- Según tengo entendido, el terrible reino de Morder ha sido conquistado por unas tropas de orcos ayudados por todos los wargos de la región. Sé que parece increíble, pero no os lo contaría si no fuera cierto. Están ayudados por una enorme fuerza maligna y además...
- Además los dioses se me han aparecido y me han dicho que yo soy uno de ellos. ¿Pero tú te crees que nos vamos a creer eso? Tú estás loco, ¿verdad?
De repente todo el salón se llenó de risas irónicas hacia el extranjero, y toda la gente allí congregada se dispersó y se marcharon a sus casas. Ya no era hora de estar por la calle contando historias idiotas. Eric no se marchó a casa sino que se quedó quieto en frente del extranjero. Este, al verlo, le invitó a sentarse.
- ¿Por qué no te has marchado como el resto?- le preguntó.
- Si te digo la verdad, es que tu historia me ha parecido muy entretenida y me gustaría saber como acaba.- le respondió Eric.
- ¡Idiota!- exclamó el extranjero, enfurecido - ¡Os he dicho la verdad, y si no te das cuenta por ti mismo allá tú, pero yo ya te he advertido!¡Adiós!
Seguidamente se levantó y se marchó al igual que los anteriores. Eric se quedó solo y vio que el extranjero se había dejado un anillo en la mesa. Eric lo cogió, pero se quemó la mano y lo depositó en su bolsillo. Decidió que lo mejor era marcharse a casa. Cogió su abrigo y se marchó. La noche era fresca, por lo que se apresuró para llegar a casa. Una vez allí encendió el fuego y se dispuso a darse una ducha caliente. Después Eric se calentó la cena, para seguidamente deslizarse por su cama y quedar profundamente dormido.
El día siguiente amaneció lluvioso, y así prosiguió durante el resto del día. Las calles estaban vacías y los pocos que se atrevían a salir las atravesaban corriendo y tapándose con cartones la cabeza. Eric se pasó todo el día en casa ordenándola, limpiándola un poco y observando el extraño anillo que había quitado al anciano. No imaginaba que ese mismo día iba a caer la sombra del horror sobre el pueblo.
Habían pasado nueve meses desde el cierre de la Escuela de Magia y ahora, en Amantis, con motivo del aniversario de la ciudad, se estaba celebrando una gran feria a la que habían acudido gente de más alla de las fronteras de Lindon, gente que venía principalmente de los sitios más cercanos como de la Comarca y de Lossoth, atraídos sobre todo por las fresas y por los libros que habían llegado desde Lamelon.
-¡Buenos días!- le dijo Eric a Zintia, la hija de Apolo y Coral- ¿Qué tal estás?
-Con un poco de calor- respondió ella- pero se puede aguantar. ¿Quieres ir a dar una vuelta?
Eric se sonrojó ligeramente y aceptó. Zintia sabía muy bien que Eric le quería. Ella también le amaba con locura, pero nunca, ni él ni ella, se habían atrevido a confesárselo. Ella esperaba a que él se lo propusiese, y él... ¿Quién sabe a qué? Mientras tanto, se limitaban a dar largos paseos juntos y a cruzarse las miradas de vez en cuando. Se dirigieron hacia los árboles que estaban en frente de la cascada, para protegerse del fuerte calor bajo una buena sombra. El viaje duró algo más de lo normal, pues se pararon a recoger algunas flores para la madre de Zintia. Por fin llegaron al pie del gran árbol negro. Según las leyendas de los viejos elfos este árbol tenía más años que el anciano Tom Bombadil. Algunos hasta dicen que fue él mismo Tom quien lo plantó. Pero esa es otra historia. Lo cierto es que ese árbol, lo plantara quien lo plantara, proporcionaba una agradable sombra para esa calurosa tarde de julio.
-Oye Eric. He estado pensando que... - Eric se ruborizó. Ese gesto que hacía Zintia con el pelo le fascinaba.
-¿En qué has estado pensando?- Le preguntó.
-Pues,... en como hacer esto- Entonces se acercó a Eric y le besó. Eric se quedó sin saber que hacer, el color se le subió por todo el cuerpo y se le puso la piel de gallina. Cuando por fin logró reaccionar, Zintia estaba esperando respuesta. Eric acercó sus labios a los de ella, y ambos se fundieron en un beso lleno de amor.
Un rato después volvieron al pueblo en un paseo que se les hizo muy corto, ya que de lo enamorados que estaban no querían que ese momento acabará nunca y hubieran deseado que el tiempo se detuviese. Pero, como todo, el paseo se acabó y llegaron al pueblo. Allí se separaron pues no les gustaba que la gente les viese juntos, por miedo a las malas lenguas.
Zintia se dirigió hacia su casa para ayudar a su madre a preparar la cena. Al llegar, su madre le notó una extraña sonrisa. No necesitaba preguntarle de qué era pues ya lo había adivinado.
Eric se dirigió a la taberna. Una vez allí se fijó en un nutrido grupo de gente que estaba escuchando atentamente a un hombre que debería estar sentado en la mesa del centro y al que Eric no podía ver. Cuando Eric se acercó comprobó que así era. Allí estaba él, un hombre ataviado con una túnica azul oscura de la cual salía una capucha que hacía invisible el rostro del orador. Su voz era profunda y grave, lo cual hacía que la conversación pareciese interesante, así que Eric se puso a escuchar.
- Y ahora os voy a dar una noticia que me llega desde E´Othraim- dijo el extranjero- Según tengo entendido, el terrible reino de Morder ha sido conquistado por unas tropas de orcos ayudados por todos los wargos de la región. Sé que parece increíble, pero no os lo contaría si no fuera cierto. Están ayudados por una enorme fuerza maligna y además...
- Además los dioses se me han aparecido y me han dicho que yo soy uno de ellos. ¿Pero tú te crees que nos vamos a creer eso? Tú estás loco, ¿verdad?
De repente todo el salón se llenó de risas irónicas hacia el extranjero, y toda la gente allí congregada se dispersó y se marcharon a sus casas. Ya no era hora de estar por la calle contando historias idiotas. Eric no se marchó a casa sino que se quedó quieto en frente del extranjero. Este, al verlo, le invitó a sentarse.
- ¿Por qué no te has marchado como el resto?- le preguntó.
- Si te digo la verdad, es que tu historia me ha parecido muy entretenida y me gustaría saber como acaba.- le respondió Eric.
- ¡Idiota!- exclamó el extranjero, enfurecido - ¡Os he dicho la verdad, y si no te das cuenta por ti mismo allá tú, pero yo ya te he advertido!¡Adiós!
Seguidamente se levantó y se marchó al igual que los anteriores. Eric se quedó solo y vio que el extranjero se había dejado un anillo en la mesa. Eric lo cogió, pero se quemó la mano y lo depositó en su bolsillo. Decidió que lo mejor era marcharse a casa. Cogió su abrigo y se marchó. La noche era fresca, por lo que se apresuró para llegar a casa. Una vez allí encendió el fuego y se dispuso a darse una ducha caliente. Después Eric se calentó la cena, para seguidamente deslizarse por su cama y quedar profundamente dormido.
El día siguiente amaneció lluvioso, y así prosiguió durante el resto del día. Las calles estaban vacías y los pocos que se atrevían a salir las atravesaban corriendo y tapándose con cartones la cabeza. Eric se pasó todo el día en casa ordenándola, limpiándola un poco y observando el extraño anillo que había quitado al anciano. No imaginaba que ese mismo día iba a caer la sombra del horror sobre el pueblo.
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