CAPÍTULO 7: LA MUERTE DE OROME
CAPÍTULO VII.
Orome se despertó pronto pues no podía dormir. Nada más despertarse fue a bañarse al lago que estaba cerca de ahí. Mientras, Eric dormía abrazado a Astarté, con una mano en uno de sus pechos y la otra bien agarrada a su espalda. Las manos de Astarté no estaban a la vista, pero ella lucía una amplia sonrisa.
Orome llegó al lago gracias a un camino de tierra que había descubierto entre unos árboles. El camino era estrecho y lleno de piedras, pero afortunadamente también era corto y Orome llegó pronto al lago. Una vez allí se despojó de su ropa y se metió en el lago. El agua era cristalina y fría, pero producía una sensación de relax que Orome no había disfrutado jamás. Se tumbó en la superficie del lago y se quedó dormido oyendo el dulce piar de los pájaros.
Al cabo de un rato una mano le despertó. Era Eric, que había bajado al lago para avisarle que tenían que proseguir el viaje si querían estar a medio camino del castillo de Jhonny antes de la puesta de sol. Orome se apresuró a buscar su ropa y volvió donde estaba Eric. Justo en ese momento Orome notó que su aracnoinsentido se activaba. Sin saber realmente por qué, le asestó un martillazo a Eric, quien cayó al suelo y se desvaneció en el aire. En su lugar apareció una mujer que le sorprendió por su belleza. Era Shirley y estaba dispuesta a terminar con Orome.
La pelea había comenzado. Orome lanzaba su martillo sin ton ni son al cuerpo de Shirley para tratar de espantarla. Sin embargo Shirley se iba acercando más y más. Orome se dio cuenta de que no se iba a asustar y se lanzó al cuerpo a cuerpo. Shirley soltaba mordiscos intentando arrancarle la cabeza. Orome trataba de asestar puñetazos al cuerpo de Shirley, pero no lo conseguía ya que continuamente sus manos se detenían atraídas por los pechos de Shirley y ahí se quedaban un buen rato. Mientras Shirley dio el mordisco definitivo en cuello de Orome. Este expulsó un último grito de dolor.
Eric y Astarté bajaron corriendo al lago de donde salió el grito. Al llegar vieron a la mujer encima de Orome. Tanto Eric como Astarté pensaron que el grito de Orome había sido de placer y no de dolor. En ese momento Eric se dio cuenta de que la mujer era Shirley. No se lo podía creer.
- ¡Shirley!¡No puede ser!¡Yo mismo te maté!- exclamó, sobresaltado, Eric.
Shirley prorrumpió en una risa dantesca mientras decía, con voz de ultratumba y mirada perdida:
- Te dije que volvería por ti - Su boca estaba inundada de sangre de Orome y le resbalaba por la cara y el cuello- Primero morirán tus amigos y luego tú.- Y dicho esto se volatilizó quedando en el aire el eco de su risa.
- ¿Como es posible?- preguntó Astarté- oye, se te ha levantado.
- Esto... sé que parece mentira, pero es la única explicación racional: Shirley es un demonio, un servidor de la muerte para ser más exactos. Ya sabes que me hizo prisionero, gracias a ti que me salvaste, que si no..., bueno, supongo que podrá adoptar cualquier forma, y adoptó la tuya para engañarle y así matarlo.
- Yo más bien creo que tomó la tuya.
- Orome era un guerrero, no un marica.
- Bueno, tú sí eres un hombre, pero él... no estoy segura.
- Habrá que enterrarlo, ve a buscar el traje de difunto y se lo ponemos.
- Oye, que no tenemos.
- Bueno, tú desnuda estás buenísima.
- Pillín.
- Ve a buscar algo para ponérselo.
- Sí, claro, ahora resulta que los árboles dan trajes, ¿no?. A ver, un Giorgio Armani en aquel pino... no mejor el Polo Ralf Lauren de aquel ciprés...
- ¡Pues coge hojas, boba, y haz un traje!
- Vale, ahora vuelvo, tú ve desnudándolo.
Astarté se marchó a buscar hojas con las que hacer un traje, pero le resultó muy difícil, por lo que lo dejó y aceptó la sugerencia de Eric. Además, era verdad, desnuda estaba buenísima, tanto que decidió gozar de los placeres que le ofrecía su cuerpo antes de volver con Eric.
Cuando volvió Eric estaba blanco y parecía que le habían robado el alma.
- ¿Qué te pasa?- preguntó, asustada, Astarté.
- Mira.
Orome estaba desnudo en el suelo. No tenía miembro viril. O bien se lo había arrancado Shirley, o bien no lo había tenido nunca. Además, descubrieron en el pecho una cinta aislante, que disimulaba un par de pechos que ni la Sabrina. Era una tía con barba.
- Ahora lo entiendo todo- dijo Astarté- ¿Sabes por qué te saqué el otro día de la habitación de la posada?
- Porque tenía que ser fiel a mi prometida y no debía ponerle los cuernos.
- Anda ya, entonces no te habría dejado hacerme el amor. Además, ella ya se habrá tirado al mago. ¿No te sonaba de algo la cara de la hija del posadero?
- Pues, ahora que lo dices...
- ¡Coño, que era la Be Nen Oh!
- ¡Ah, sí! ¡Ya decía yo que la había visto en algún sitio! Ahora me explico como lo hicieron el otro día.
- Claro, él gozaba y ella penetraba.
- ¡Buaj! ¡Me da asco!- y sin querer vomitó encima de Orome.
- Ahora sí que no lo enterramos, me da un puto asco de la ostia.- y ella también vomitó sobre él.
- Bueno, entonces lo dejamos aquí.
- Espera, Eric, quitémosle las joyas, que deben valer el copón.
- Vale, yo me quedo con el martillo.
- Jo, con lo que mola.
- A cambio te dejo quemarlo.
- Tranqui tron. Lo haremos los dos juntos.
- De acuerdo, pero antes déjame darle unas patadas.
Dicho esto le dieron una paliza de impresión. Cuando se aburrieron y se disponían a prenderlo, se fijaron en que el cadáver respiraba.
- Tú, colega, que está vivo- dijo Astarté, sorprendida.
En efecto, el mordisco de Shirley había seccionado el cuello y la garganta, pero no había atravesado la médula espinal y el cerebro seguía mandando información al resto del cuerpo. Estaba en coma. Decidieron dejarlo allí hasta que se recuperara y ya les alcanzaría. Le dejaron una nota, para que no se perdiera.
Después de todo eso Eric y Astarté se vistieron y continuaron el camino para llegar al castillo de Travolti. De pronto, mientras caminaban por el sendero oyeron una voz que decía: "Firmad y pasad, firmad y pasad. Vamos, vamos, no se escribe" mientras chasqueaba los dedos.
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