CAPÍTULO 11: LOS MAGOS DE LA ESTRELLA TETRAÉDRICA
CAPÍTULO XI.
- ¿Qué es este lugar?- preguntó Eric.
- No lo sé - dijo Ulmo.- Nadie lo sabe. Los viajeros se hospedan aquí desde la más remota antigüedad, pero nadie sabe cómo ni por qué fue creado. Lo que sí se sabe es que nunca el mal ha sabido de su existencia. se dice que un conjuro tan antiguo como la misma tierra defiende este lugar, llamado "Bosque del Refugio". Incluso se cree que lo construyeron unos magos.
Estas palabras tranquilizaron a Eric, que juntó unas cañas e intentó encender un fuego.
-¡Alto!- gritó Ulmo- Nada debe perturbar el equilibrio natural de este lugar.
-¡Jo, déjame, qué tengo frío!- protestó Eric.
- Mira que te meto un par de leches, ¿eh?- amenazó el elfo, mazo en mano.
- Vale, vale, pero ya verás...- dijo Eric dejando ver que maquinaba algo- Vaya si lo verás...
- ¡¡Algo, amigo mío!!- gritó Eric a su conciudadano.
- ¡Eric!- gritó Algo- Oye, hazme el favor de llamarme por mi nombre: Algómedes.
- ¡Algómedes!
- ¡Eric!
Se abrazaron. Algo contó a Eric que había escapado en la revolución de los encapuchados y narró alguna de sus aventuras mientras Eric iba contándole su anécdota en el Oaxis y la pérdida del alma de Astarté.
- ¿Y Rosanis?- inquirió Eric.
- Está cerca de aquí, a pocos días de camino. Tiene algo importante que decirte. Yo que tú hablaría con él antes de enfrentarnos a Travolti- Eric volvió la vista atrás. Si no fuera por Ulmo, Eric ya habría llegado al castillo, pero gracias al incidente de la pomada azul se había tenido que alejar de la ruta justo cuando ya tenía el castillo en frente.
- De acuerdo, hablaré con él.- De repente, el aracnosentido de Eric se puso alerta. Eric, sin pensarlo dos veces, tomó el mazo de Ulmo y atravesó a su amigo Algómedes, que cayó al suelo (o se desparramó por él, según se mire). Eric estaba impaciente: "Me preguntó en que se transformará ahora... ¿En Shirley? ¿En algún ser maligno y peligroso? ¿En un estudiante de la ESO?". Pero Algo no se transformó en nada.
- ¡Coño!- gritó Eric sobresaltado- ¡¡Si yo no tengo aracnosentido!!
- Pues te acabas de cargar a tu amigo- dijo Ulmo- que se había despertado con el último alarido de Algo- ¡Qué paja te acabas de meter! ¡Juá, juá, juá...! ¡Qué pedazo bobo!
- Era un gran amigo, un amigo de verdad. Dime, Ulmo, ¿qué otra cosa que no sea el aracnosentido puede producir un temblor y un picor intenso por todo el cuerpo?
- No lo sé... Quizás el haberte sentado sobre un hormiguero de hormigas gorronas- contestó Ulmo. Eric miró debajo de su trasero y comprobó que tapaba un hormiguero del diámetro de una papelera. Se miró los brazos, las piernas... Estaba invadido de bichos.
- ¡Aaaaaah!- Eric desapareció. A los cinco minutos estaba de vuelta, completamente limpio y desinfectado, y con cara de haber corrido mucho.
- ¿De dónde vienes?- preguntó Ulmo, que a duras penas había conseguido dejar de reír.
- Psche, les he tenido que dar formol a las hormigas en el lago.
- ¡Pero si el lago está a más de medio día de camino! Además, el formol debería haberte quemado la piel.- Entonces Eric se dio la vuelta y mostró la otra cara de su cuerpo: la ropa se le había desgatado y su espalda y sus piernas aparecían totalmente descarnadas. De modo que Ulmo prosiguió el cachondeo.
- ¿Se puede saber qué hacías?- preguntó Ulmo indignado.
- Lo que te dije que verías. Ahora me toca reír a mí.- Entonces Ulmo se dio la vuelta y vio que el escondrijo ardía. Fue así como el bobo de Eric consiguió destruir el último lugar dominado por las fuerzas del bien sobre la tierra, anular un conjuro milenario que no tenía seguro de incendios y acabar con millones de años de existencia del "Bosque del Refugio", que pasó a llamarse "Las Arenillas de las Hormigas Gorronas".
De repente, todo el lugar se volvió tinieblas y del sitio donde había estado el refugio surgió una extraña luz blanca. Eric, movido por una gran curiosidad, corrió hacia ella, y Ulmo, visiblemente trastornado, dejó escapar de su boca estas palabras: "La profecía era cierta. La leyenda se ha cumplido"; mientras agarraba su mazo con gran fuerza. El fuego se había apagado y la cúpula vegetal se había transformado en cenizas. El cuerpo de Algo (es decir, todos sus pedazos) empezó a desaparecer. Antes de que lo hiciera por completo, Eric aprovechó para coger el brazo y pegárselo a su muñón con espadadrapo. Pero el caso es que tres destellos que cegaron a Eric aparecieron, uno en cada punta de las arenillas. Luego, los destellos se fundieron en el aire y se hizo la luz del día. Ulmo y Eric abrieron los ojos. Delante de ellos había... ¡Tres Magos! Eric, tembloroso, se echó atrás, pero no podía escapar. Una fuerza lo retenía. El mago del centro lo retenía. El mago del centro tomó la palabra:
- La profecía se ha cumplido.
- ¿Qué profecía?- preguntó Eric.
- El último mortal de la dinastía Amraom ha desaparecido: Apolo de Amantis. Una nueva era ha comenzado: la Era de la Deseperación.
- ¿Sois vosotros los que invadisteis mi pueblo?- osó decir Eric, que al ver manejado el nombre de Apolo perdió todo el miedo y se dejó dominar por su ira.
- No, Eric. Ellos son los magos de la Estrella Incompleta, los Magos Negros. Nosotros somos los Magos Blancos, o magos de Estrella Tetraédrica.
- Ah, ¿sí? Pues llevaís túnicas negras- observó Ulmo.
- Es verdad, casi lo olvido- dijo el mago. Después se acercó a Eric y le metió tal puño en la boca que le pinzó la lengua entre las vértebras- Lo de los trajes es porque algún graciosillo, y no miro a nadie, quemó nuestra casa justo cuando íbamos a salir.
- ¿A qué habéis venido?- preguntó Ulmo, que al ver el aspecto de Eric tuvo que hacer un gran esfuerzo por contener su risa.
- La leyenda dice que los Tres Magos Blancos aparecerán el día en que acabe la dinastía de los Amraom, encargada desde la eternidad de velar por la justicia. Una vez desaparecida tanto los magos Blancos como los Negros apareceran para ser testigos de la Última Gran Batalla, cuyo resultado depende del destino.
- Entonces, ¿qué debemos hacer?- preguntó Eric.
- No te lo podemos decir. Sigue tu rumbo y encontrarás la respuesta- concluyó el mago del centro.
- Espera- interrumpió el de la derecha- El final de la Última Gran Batalla está en la Última Gran Lucha, y concretamente en su Última Gran Pelea, en lo que será el Último Gran Duelo que...
- ¡¡Acaba ya, cojones!!- chillaron a un tiempo Eric, Ulmo, los otros dos magos y el bosque (que quería que se fueran los magos para seguir quemándose).
- Bueno, el caso es que en el Último Gran Duelo se enfrentarán el Último Gran Guerrero y el Último Débil Mental, y tú tienes mucho que ver con eso, Eric. Que el Destino esté de tu parte.
- Pero, bueno- dijo Eric sonrojado- Tampoco soy lo que se dice un gran guerrero.
- No, no- rio el mago- si tu eres el otro. ¡Juá, juá, juá!- se pitorreó junto con sus camaradas, Ulmo y el bosque.
- Bueno, basta ya- dijo el mago del centro.- Es hora de que nos vayamos, que tenemos que utilizar nuestro poder para jugar a las quinielas.
- Sí - dijo el de la izquierda- pero antes, Eric, te voy a entregar un arma que te ayudará.
- ¡Oh, sí! ¿Qué es? ¿Un bazooka?, ¿un AK47?, ¿una ametralladora con laser?, ¿un generador de positrones?- Eric se acercó al mago y recogió lo que éste tenía en su mano.
- ¡¡Juá, juá, juá...!!- rieron de nuevo todos los presentes al ver la cara que ponía Eric.- ¡¡Con eso destruirás lo que quieras!!¡¡Juá, juá...!!
Eric miró con un pique de impresión la carta del juego de los Elementos que le acababan de entregar.
- Bueno, ahora sí que nos vamos, pero un consejo Eric: ten en cuenta tu anillo.- Y dicho esto se desdoblaron interdimensionalmente, como cierto escritor de este libro.
- Me han caído bien- exclamó Ulmo, a lo cual Eric respondió dándole una patada en el ojo y hundiéndole el tabique nasal en el encéfalo.
Repuestos ambos en la medida de lo posible siguieron su camino, esta vez con una meta clara: el castillo de Travolti, que se distinguía en un horizonte cada vez más cercano. Avanzaban tan sumidos en sus pensamientos (la mayoría de ellos relativos a sangre) que no se dieron cuenta de que un grupo de orcos corría en dirección a ellos.
-¡Alto, por Ñaca!- Gritó el que iba en cabeza a los dos viajeros- ¿Por dónde se han ido?
- ¿Quiénes?- preguntó Eric.
- Los encapuchados.
Eric cayó en la cuenta de que Rosanis estaba cerca, y trató de despistar a los orcos:
- Se han escondido en esos árboles, al otro lado del río.
Cuando se fueron Eric y Ulmo echaron a correr antes de que se descubriera el engaño. Eric miró atrás para ver si los seguían.
- ¡Aaaah!- gritó al darse cuenta de que en su afán por despistar a los orcos había ido a indicarles el lugar exacto en que se hallaban los encapuchados, dos de los cuales yacían ya inertes sin sus capuchas y sin lo de dentro de las capuchas. Ulmo y Eric se miraron. No se caían del todo bien (Ulmo había dejado a Eric mutilado y Eric a Ulmo con secuelas en el cerebro), pero era hora de olvidarse de sus diferencias y unirse. Eric se ajustó su nuevo brazo y sacó de su bolsillo la carta de los Elementos, junto a las que ya poseía. Ulmo sacó su mazo. Con paso firme avanzaron hacia los orcos. Si quedaba algún encapuchado con vida.. ¡¡lo salvarían!!
- ¡Allá voy, tiembla Jhonny!- gritó Eric.
- ¡Al ataque, por la gloria de mi madreee!- gritó Ulmo.
Se echó la noche. Era la primera noche en Morder y eso le ponía a Eric los pelos de punta. Ulmo lo sabía, de modo que llevó a Eric a un escondrijo del qué sólo los viajeros habían oído hablar. Era una especie de cabaña natural que formaban los árboles del bosque, con una cúpula verde que ni el más listo de los elfos hubiera podido concebir.
- ¿Qué es este lugar?- preguntó Eric.
- No lo sé - dijo Ulmo.- Nadie lo sabe. Los viajeros se hospedan aquí desde la más remota antigüedad, pero nadie sabe cómo ni por qué fue creado. Lo que sí se sabe es que nunca el mal ha sabido de su existencia. se dice que un conjuro tan antiguo como la misma tierra defiende este lugar, llamado "Bosque del Refugio". Incluso se cree que lo construyeron unos magos.
Estas palabras tranquilizaron a Eric, que juntó unas cañas e intentó encender un fuego.
-¡Alto!- gritó Ulmo- Nada debe perturbar el equilibrio natural de este lugar.
-¡Jo, déjame, qué tengo frío!- protestó Eric.
- Mira que te meto un par de leches, ¿eh?- amenazó el elfo, mazo en mano.
- Vale, vale, pero ya verás...- dijo Eric dejando ver que maquinaba algo- Vaya si lo verás...
Ulmo dormía. Eric estaba despierto. Pensaba en Astarté, en Zintia, en Shirley, en Fabala... (en resumen, en un agujero donde meterla...) Incluso pensaba en Orome. De repente, oyó pasos. No tuvo miedo, pues creía en las palabras de Ulmo, pero no se atrevió a salir fuera. Algo se movió cerca de la entrada... Algo había entrado... Algo saludaba... Algo encendió un cigarro a dos metros de Eric...
- ¡¡Algo, amigo mío!!- gritó Eric a su conciudadano.
- ¡Eric!- gritó Algo- Oye, hazme el favor de llamarme por mi nombre: Algómedes.
- ¡Algómedes!
- ¡Eric!
Se abrazaron. Algo contó a Eric que había escapado en la revolución de los encapuchados y narró alguna de sus aventuras mientras Eric iba contándole su anécdota en el Oaxis y la pérdida del alma de Astarté.
- ¿Y Rosanis?- inquirió Eric.
- Está cerca de aquí, a pocos días de camino. Tiene algo importante que decirte. Yo que tú hablaría con él antes de enfrentarnos a Travolti- Eric volvió la vista atrás. Si no fuera por Ulmo, Eric ya habría llegado al castillo, pero gracias al incidente de la pomada azul se había tenido que alejar de la ruta justo cuando ya tenía el castillo en frente.
- De acuerdo, hablaré con él.- De repente, el aracnosentido de Eric se puso alerta. Eric, sin pensarlo dos veces, tomó el mazo de Ulmo y atravesó a su amigo Algómedes, que cayó al suelo (o se desparramó por él, según se mire). Eric estaba impaciente: "Me preguntó en que se transformará ahora... ¿En Shirley? ¿En algún ser maligno y peligroso? ¿En un estudiante de la ESO?". Pero Algo no se transformó en nada.
- ¡Coño!- gritó Eric sobresaltado- ¡¡Si yo no tengo aracnosentido!!
- Pues te acabas de cargar a tu amigo- dijo Ulmo- que se había despertado con el último alarido de Algo- ¡Qué paja te acabas de meter! ¡Juá, juá, juá...! ¡Qué pedazo bobo!
- Era un gran amigo, un amigo de verdad. Dime, Ulmo, ¿qué otra cosa que no sea el aracnosentido puede producir un temblor y un picor intenso por todo el cuerpo?
- No lo sé... Quizás el haberte sentado sobre un hormiguero de hormigas gorronas- contestó Ulmo. Eric miró debajo de su trasero y comprobó que tapaba un hormiguero del diámetro de una papelera. Se miró los brazos, las piernas... Estaba invadido de bichos.
- ¡Aaaaaah!- Eric desapareció. A los cinco minutos estaba de vuelta, completamente limpio y desinfectado, y con cara de haber corrido mucho.
- ¿De dónde vienes?- preguntó Ulmo, que a duras penas había conseguido dejar de reír.
- Psche, les he tenido que dar formol a las hormigas en el lago.
- ¡Pero si el lago está a más de medio día de camino! Además, el formol debería haberte quemado la piel.- Entonces Eric se dio la vuelta y mostró la otra cara de su cuerpo: la ropa se le había desgatado y su espalda y sus piernas aparecían totalmente descarnadas. De modo que Ulmo prosiguió el cachondeo.
Eric se puso la gabardina con capucha de Algómedes y se durmió. Al despertar, Ulmo seguía riéndose todavía. Eric, cabreado, se levantó, hizo levantarse a Ulmo y echó a andar. Al poco rato, Eric dijo a Ulmo que le esperara, volvió atrás, al escondrijo, y alcanzó nuevamente al elfo.
- ¿Se puede saber qué hacías?- preguntó Ulmo indignado.
- Lo que te dije que verías. Ahora me toca reír a mí.- Entonces Ulmo se dio la vuelta y vio que el escondrijo ardía. Fue así como el bobo de Eric consiguió destruir el último lugar dominado por las fuerzas del bien sobre la tierra, anular un conjuro milenario que no tenía seguro de incendios y acabar con millones de años de existencia del "Bosque del Refugio", que pasó a llamarse "Las Arenillas de las Hormigas Gorronas".
De repente, todo el lugar se volvió tinieblas y del sitio donde había estado el refugio surgió una extraña luz blanca. Eric, movido por una gran curiosidad, corrió hacia ella, y Ulmo, visiblemente trastornado, dejó escapar de su boca estas palabras: "La profecía era cierta. La leyenda se ha cumplido"; mientras agarraba su mazo con gran fuerza. El fuego se había apagado y la cúpula vegetal se había transformado en cenizas. El cuerpo de Algo (es decir, todos sus pedazos) empezó a desaparecer. Antes de que lo hiciera por completo, Eric aprovechó para coger el brazo y pegárselo a su muñón con espadadrapo. Pero el caso es que tres destellos que cegaron a Eric aparecieron, uno en cada punta de las arenillas. Luego, los destellos se fundieron en el aire y se hizo la luz del día. Ulmo y Eric abrieron los ojos. Delante de ellos había... ¡Tres Magos! Eric, tembloroso, se echó atrás, pero no podía escapar. Una fuerza lo retenía. El mago del centro lo retenía. El mago del centro tomó la palabra:
- La profecía se ha cumplido.
- ¿Qué profecía?- preguntó Eric.
- El último mortal de la dinastía Amraom ha desaparecido: Apolo de Amantis. Una nueva era ha comenzado: la Era de la Deseperación.
- ¿Sois vosotros los que invadisteis mi pueblo?- osó decir Eric, que al ver manejado el nombre de Apolo perdió todo el miedo y se dejó dominar por su ira.
- No, Eric. Ellos son los magos de la Estrella Incompleta, los Magos Negros. Nosotros somos los Magos Blancos, o magos de Estrella Tetraédrica.
- Ah, ¿sí? Pues llevaís túnicas negras- observó Ulmo.
- Es verdad, casi lo olvido- dijo el mago. Después se acercó a Eric y le metió tal puño en la boca que le pinzó la lengua entre las vértebras- Lo de los trajes es porque algún graciosillo, y no miro a nadie, quemó nuestra casa justo cuando íbamos a salir.
- ¿A qué habéis venido?- preguntó Ulmo, que al ver el aspecto de Eric tuvo que hacer un gran esfuerzo por contener su risa.
- La leyenda dice que los Tres Magos Blancos aparecerán el día en que acabe la dinastía de los Amraom, encargada desde la eternidad de velar por la justicia. Una vez desaparecida tanto los magos Blancos como los Negros apareceran para ser testigos de la Última Gran Batalla, cuyo resultado depende del destino.
- Entonces, ¿qué debemos hacer?- preguntó Eric.
- No te lo podemos decir. Sigue tu rumbo y encontrarás la respuesta- concluyó el mago del centro.
- Espera- interrumpió el de la derecha- El final de la Última Gran Batalla está en la Última Gran Lucha, y concretamente en su Última Gran Pelea, en lo que será el Último Gran Duelo que...
- ¡¡Acaba ya, cojones!!- chillaron a un tiempo Eric, Ulmo, los otros dos magos y el bosque (que quería que se fueran los magos para seguir quemándose).
- Bueno, el caso es que en el Último Gran Duelo se enfrentarán el Último Gran Guerrero y el Último Débil Mental, y tú tienes mucho que ver con eso, Eric. Que el Destino esté de tu parte.
- Pero, bueno- dijo Eric sonrojado- Tampoco soy lo que se dice un gran guerrero.
- No, no- rio el mago- si tu eres el otro. ¡Juá, juá, juá!- se pitorreó junto con sus camaradas, Ulmo y el bosque.
- Bueno, basta ya- dijo el mago del centro.- Es hora de que nos vayamos, que tenemos que utilizar nuestro poder para jugar a las quinielas.
- Sí - dijo el de la izquierda- pero antes, Eric, te voy a entregar un arma que te ayudará.
- ¡Oh, sí! ¿Qué es? ¿Un bazooka?, ¿un AK47?, ¿una ametralladora con laser?, ¿un generador de positrones?- Eric se acercó al mago y recogió lo que éste tenía en su mano.
- ¡¡Juá, juá, juá...!!- rieron de nuevo todos los presentes al ver la cara que ponía Eric.- ¡¡Con eso destruirás lo que quieras!!¡¡Juá, juá...!!
Eric miró con un pique de impresión la carta del juego de los Elementos que le acababan de entregar.
- Bueno, ahora sí que nos vamos, pero un consejo Eric: ten en cuenta tu anillo.- Y dicho esto se desdoblaron interdimensionalmente, como cierto escritor de este libro.
- Me han caído bien- exclamó Ulmo, a lo cual Eric respondió dándole una patada en el ojo y hundiéndole el tabique nasal en el encéfalo.
Repuestos ambos en la medida de lo posible siguieron su camino, esta vez con una meta clara: el castillo de Travolti, que se distinguía en un horizonte cada vez más cercano. Avanzaban tan sumidos en sus pensamientos (la mayoría de ellos relativos a sangre) que no se dieron cuenta de que un grupo de orcos corría en dirección a ellos.
-¡Alto, por Ñaca!- Gritó el que iba en cabeza a los dos viajeros- ¿Por dónde se han ido?
- ¿Quiénes?- preguntó Eric.
- Los encapuchados.
Eric cayó en la cuenta de que Rosanis estaba cerca, y trató de despistar a los orcos:
- Se han escondido en esos árboles, al otro lado del río.
Cuando se fueron Eric y Ulmo echaron a correr antes de que se descubriera el engaño. Eric miró atrás para ver si los seguían.
- ¡Aaaah!- gritó al darse cuenta de que en su afán por despistar a los orcos había ido a indicarles el lugar exacto en que se hallaban los encapuchados, dos de los cuales yacían ya inertes sin sus capuchas y sin lo de dentro de las capuchas. Ulmo y Eric se miraron. No se caían del todo bien (Ulmo había dejado a Eric mutilado y Eric a Ulmo con secuelas en el cerebro), pero era hora de olvidarse de sus diferencias y unirse. Eric se ajustó su nuevo brazo y sacó de su bolsillo la carta de los Elementos, junto a las que ya poseía. Ulmo sacó su mazo. Con paso firme avanzaron hacia los orcos. Si quedaba algún encapuchado con vida.. ¡¡lo salvarían!!
- ¡Allá voy, tiembla Jhonny!- gritó Eric.
- ¡Al ataque, por la gloria de mi madreee!- gritó Ulmo.
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