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La Historia Paranoica

CAPÍTULO 17: LA DEGENERACIÓN TOTAL DE ERIC DE AMANTIS

CAPÍTULO XVII.

 

 

Eric consiguió recuperar la respiración y la compostura. Una vez tranquilizado decidió continuar su camino por el tunel. En eso estaba cuando el túnel desapareció, dando lugar a una cueva inmensa, en la que se asentaba un pueblecillo miserable. Todas las chabolas estaban semiderruidas, sus habitantes caminaban entre harapos y suciedad. Sólo se oían lamentos y quejidos. La desesperación y la miseria acechaban en cada esquina.

 

Ante esta imagen, Eric no pudo evitar desternillarse de risa. Pero se calmó cuando vio la fiera mirada de los habitantes del pueblo. Naturalmente, se trataban de esclavos de Travolti. Una anciana se acercó a Eric. Su aspecto era patético y decrépito. Eric logró aguantar sus nauseas. La anciana le habló:

 

- Por favor, joven, ayúdeme.- le rogó.

 

- Vale, si quiere la eutanasia.- respondió Eric.

 

Dicho esto le partió el cuello de un mordisco, muriendo la vieja en el acto. Un nativo, al parecer el alcalde, le echó una mirada inquisitiva.

 

- ¿Qué has hecho, desgraciado? - preguntó, notoriamente enfadado.

 

- Yo,... - se explicó, aturdido, Eric - Supuse que era una vieja que quería morir pero que no se atrevía a suicidarse y por eso la he ayudado, matándola.

 

- Tú eres bobo - le dijo el alcalde- esa mujer era una prostituta en paro, y lo que quería era que invirtieras en su negocio para ganarse unas monedillas.

 

- ¡Ops! - dijo Eric - lo siento mucho, no volverá a pasar.

 

Un rato después, mientras Eric buscaba un lugar resguardado y disimulado para liarse un peta, se le acercó una joven, guapísima, con un cuerpo que te pasas, morena, que se le dirigió en los siguientes términos:

 

- Por favor, joven, ayúdeme.

 

- Vale.- contestó Eric, y sin mediar palabra alguna se la tiró repetidas veces, hasta dejarla agotada en el suelo, sin aliento y sin habla.

 

Nuevamente se le acercó el alcalde, y le hizo una pregunta ya conocida por Eric:

 

- ¿Qué has hecho, desgraciado?

 

- Yo,... - se explicó, aturdido, Eric - Supuse que era una prostituta sin trabajo, que necesitaba ayuda financiera para salir adelante, y decidí invertir en su negocio. Ahora iba a pagar sus servicios.

 

- Tú eres muy bobo - le dijo el alcalde - esta mujer es una enferma de sida y lo que quería era que le aplicaras la eutanasia.

 

Estas palabras aturdieron más aun a Eric. Para vengarse del pueblecillo le prendió fuego. El pueblecillo ardía por los cinco costados, y sus habitantes corrían por las calles dando saltos mientras se calcinaban, para regocijo de Eric. Una vez extinguido el fuego se dedicó a acabar con los pocos supervivientes, y una vez hubieron muerto todos, siguió su camino.

 

Sin embargo, esa matanza no había sido suficiente para acabar con su preocupación. Suspiró y pensó (sí, sí, habéis leído bien, ¡pensó!): "Jo, si al menos tuviera un poco de caballo para meterme un pico". Acto seguido, se transformo en un hermoso corcel, bueno, en un caballo percherón corrientucho, tirando a feo. Se había olvidado de los efectos que la crema de pitt-u.f.o. realizaba sobre su organismo. Entonces Eric exclamó: "¡Qué mal! Si por lo menos tuviera un poco de chocolate para hacerme un porro..." Dicho esto, su cabeza adquirió la forma de pastillas de chocolate, para desesperación de Eric.

 

"¡Mierda!", pensó, "¡¡¡Noooooooooooo...!!!"

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