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La Historia Paranoica

CAPÍTULO 18: MÁS AVENTURAS EN EL LABERINTO

CAPÍTULO XVIII.

 

 

Un técnico de limpieza del laberinto, encargado de recoger cadáveres y de limpiar la sangre, pisó una mierda en el suelo. Se extrañó mucho de la presencia de ese agente extraño. La recogió, la probó, no le gustó y la tiró al desagüe.

 

El zurruto cayó y cayó de un modo indeterminado y finalmente fue a parar en un taller de arte, concretamente sobre la cabeza del profesor, llamado Jepeto. Este, al notar el tufillo, le dieron nauseas y vomitó sobre la mierda. La boñiga, además de asco, también le dio inspiración. Reunió la mierda, el vómito y un poco de arcilla y modeló una figura humana. Cual no sería su sorpresa cuando esa figura se movió y habló.

 

- ¿Qué ha pasado? - preguntó.

 

- ¿Quién eres tú? - preguntó, a su vez, el maestro Jepeto.

 

- Soy Eric de... bueno, la verdad es que ya no estoy seguro de quién o qué soy.

 

- Yo diría que eres un mierdas...- comentó un alumno.

 

- ¿Qué te ha pasado? - preguntó otro alumno.

 

Eric les contó su historia. La reacción de los alumnos fue explosiva:

 

- ¡De cagarse!

 

- Menudo marrón, colega.

 

- Eso sí que es una cagada.

 

- ¡Basta de cachondeo! - gritó Eric, exaltado - ¡Tengo que encontrar a Travolti! ¿Cómo salgo de aquí?

 

- El baño está al fondo a la derecha - le informó otro alumno.

 

Y entre carcajadas Eric se marchó de ese taller y continuó su camino por el túnel dejando tras de sí un aroma característico.

 

 

Al cabo de unas horas se encontró con una bifurcación. Eric no sabía que camino escoger, si derecha o izquierda. Además, ya no se fiaba del anillo. Así que decidió preguntarselo a un centinela que había por allí.

 

- Coge el camino de la izquierda.- le dijo.

 

Y Eric salió corriendo por el camino de la izquierda, dispuesto a acabar con Travolti en pocas horas. Ochenta días después, agotado, muerto de sed y de hambre se encontró otra vez con el centinela.

 

- ¡Andá! ¿Qué haces tú aquí otra vez? - preguntó extrañado el centinela.

 

- Yo... el túnel... Travolti.

 

- ¿No habrás cogido el camino de la izquierda, verdad?

 

- Claro, el que me dijiste.

 

- ¿Te dije el de la izquierda? Que fallo más tonto. Ya puedes perdonar. Quería decir el camino de la derecha. El otro da la vuelta al mundo y... oye, ¿qué te pasa en la cara?, te has puesto rojo, y echas humo, y la sustancia de la que estás formado comienza a derretirse, y..., y... ¡¡¡Uaaaah!!!

 

Eric se había cabreado considerablemente y había saltado sobre el centinela. Le dio puñetazos hasta que se ablandaron los dientes y se le disolvieron los ojos. Después empezó a patearle el abdomen, hasta que sus vísceras hicieron un bultito en la espalda. Prosiguió saltando sobre él, dejándole el traje y el cerebro sin arrugas. Para acabar, lo trozeó con su yilet. Recogió los trocitos con una pala y los metió en una lata vacía de pimientos. La cerró herméticamente y se la dio a unos prisioneros que estaban encerrados en una jaula cercana, asegurándoles que era comida de excelente calidad. Los prisioneros, extrañados en un principio, se abalanzaron sobre la lata y se la comieron enterita.

 

Después de esto Eric tomó el camino de la derecha. Eran unas escaleras que iban hacia arriba. Eric no podía ver el final de la escalinata. Pero no se amedrentó. Lleno de renovadas energías y decisión empezó a subir, saltandolas escaleras de cinco en cinco. Varios días después empezó a cansarse y los subió de uno en uno. A las tres semanas ya se arrastraba y al cabo de unos meses decidió pararse a descansar.

 

- ¿Es qué esta escalera no se acaba nunca? - gritó, desesperado.

 

- No. - respondió, lugubremente, una voz.

 

- ¿Quién anda ahí?

 

- Bah, nadie, sólo soy una psicofonía.

 

- Ah... ¿qué le pasa a esta escalera?

 

- Suele ser complicado subir por una escalera mecánica de bajada... igual si la hubieras apagado antes de empezar a subir.

 

Eric, después de darse unos cuantos cabezazos contra la pared (por lo que tuvo que recomponerse un poco luego), apagó las escaleras y subió. Esta vez se le hizo mucho más corto, no tardó más de tres días.

 

Al final de la subida había un pasillo y al final del pasillo una pequeña ventana. Supuso que esa era la salida del laberinto y la entrada a los dominios de Travolti. Tan sólo una monja se interponía entre él y la ventana. Avanzó con decisión y empezó a pegar a la monja hasta dejarla tirada en menos de dos minutos en el suelo hecha un trapo. "Vaya, te creía más fuerte, Vatman", le dijo.

 

Tras este incidente, cogió carrerilla y saltó. Atravesó el cristal y... cayó. Cayó mucho y durante mucho tiempo. "Tengo una extraña sensación de "dèja-vu"" pensó para sus adentros. "Hasta aquí todo va bien, hasta aquí todo va bien" se decía a sí mismo para tranquilizarse. "Lo malo no es la caída, sino el aterrizaje." Finalmente, Eric llegó al suelo (¿O el suelo llegó a Eric?). Se hizo un plastón contra el suelo, pero se regeneró rapìdamente gracias a la elasticidad de su nueva constitución. Miró hacia delante. ¡Oh, no! ¡No podía ser! ¡Estaba otra vez en el túnel!

 

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