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La Historia Paranoica

CAPÍTULO 20: LA MUERTE DE LOS MAGOS NEGROS

CAPÍTULO XX.

 

- Bueno, Eric. ¿Quieres contarme ya lo que ha pasado? - preguntó, ansiosa, Astarté.
- Todavía no lo sé exactamente. Espera, que piense...
- Eric, no lo hagas; recuerda lo que pasó la última vez que intentaste pensar, aquel día que querías saber por qué caemos hacia abajo. ¡Eric, no pienses!
Eric, haciendo caso omiso a Astarté, se puso a pensar. A los pocos segundos yacía inmovil en una de las mesas del local de Don Egal, tan pronto como se recompuso empezó a tartamudear:
- As... As... tarté, he... al... al... can... zado...
- ¿Qué has alcanzado? - chilló energeticamente Astarté - ¿A quién has alcanzado?
- He alcanzado el SUPREMO CONOCIMIENTO DE LA VERDAD - exclamó Eric triunfante, mientras Astarté intentaba en vano contener una sonora carcajada - No, espera, en serio, no es una broma. Mira, te lo explicaré todo: a lo largo de nuestra penosa existencia nos movemos en el espacio, en el tiempo, en lo absoluto, pero no en lo absoluto absoluto sino en lo absoluto relativo, es decir, existimos en uno de los muchos planos de posible realidad, que mientras sea una realidad de la que no se tenga conciencia no será realidad sino realidad alternativa. Lo que mi mente acaba de alcanzar es un conocimiento de varios planos reales simultáneos con lo que yo soy y no soy, existo y no existo, vivo y no vivo, real o alternativamente, de modo que todo es real, ya sea real real o real alternativo, según la consciencia de ello, ya te he dicho; consecuencia de ello es que todo se justificable y repochable         , pues todo es y no es. ¿Entiendes?
- Bueno, eemm..., ¿no voy a entender yo? Pues claro, hombre. Pero, ¿me quieres explicar entonces qué haces aquí y cómo has llegado?
- Pues mira, el caso es que..., o sea, que el conocimiento... y la verdad... y la relación causa-efecto, vamos, que ni puta idea - respondió Eric, apurado.
- Eric, no te lo voy a volver a repetir, así que pon atención: ¡NO VUELVAS A PENSAR!
- No, espera - interrumpió Eric - ya sé: me he deslizado por una línea que corta perpendicularmente a varios planos de realidad. Lo que no sé es qué o quién ha sido el causante de ello, pro ya me gustaría hacerle un par de preguntas.
- Adelante, pues - dijo una voz. Eric y Astarté se volvieron y comprobaron que ante ellos se encontraba un ser infernal.
- ¿Quién eres? - preguntó Eric.
- Me llaman Morthadello.
- ¡Hala!¡El compañero de Philemmon y de P. Rea! - dijo Astarté.
- Pero si Philemmon está muerto... - comentó Eric.
- Y P.Rea - añadió Mrthadello.
- ¿Y qué ha sido de él? - preguntaron a un tiempo Eric y su acompañante.
- Murió de pasión matemática por el universo. Por eso sus presos han sido liberados.
- Ah..., qué mal.
- Bueno, basta ya. Tú, el de los ojos blancos, pregúntame todo lo que quieras y luego muere - dijo refiriéndose a Eric.
- De acuerdo: ¿Dónde está Travolti? ¿Cómo se llegaba a su castillo? ¿Qué hacer? ¿A dónde ir? ¿No es verdad, ángel de amor, que en esta apartada orilla más clara la luna brilla y se respira mejor? ¿Qué es el ser? ¿Qué es la esencia? ¿Cómo quieres que te quiera si el que quiero que me quiera no me quiere como quiero que me quiera? ¿Cómo te va?  - concluyó Eric.
- Travolti está muerto. Su castillo nunca ha existido, se ocultaba en el túnel. Vengarte es lo que tienes que hacer. Al castillo de Tarantizno. No, no es verdad. Lo contrario del no ser. Buena esencia te voy a dar yo. Quiero que me quieras mucho. Bien, gracias. - concluyó el mago, que había tomado nota de las preguntas para no perderse - Bueno, ahora te mataré de la forma más horrible.
- No creo que tengas poder para ello - provocó Eric.
- Ah, ¿no? - Entonces el mago hizo brillar sus ojos, alzó sus manos, y pronunció con voz firme unas palabras incomprensibles en tono apocalíptico. Entonces un oscuro astro se interpuso entre ellos y el Sol. Un eclipse total sumió al mundo en tinieblas. Las motañas se resquebrajaron. Del fondo de los mares brotaron llamas de fuego helado. Rayos negros cayeron sobre los campos, cuyas flores se transformaron en horribles bestias destructoras. Se comprimió el espacio, y la naturaleza entera gimió de angustia. Cambió la trayectoria de los cometas. Las estrellas chocaron entre sí, y el movimiento rotatorio de los cuerpos celestes se invirtió. La bolsa de Madrid experimentó un bajón. El vacío se llenó. Las rectas se hicieron paralelas a sus perpendiculares, y las dimensiones se hicieron negativas. Y cuando todo esto hubo descompuesto el equilibrio del universo, Eric empezó a preguntarse si se había equivocado al decir que Morthadello no tenía poder.
- ¿Qué?¿Te convence? - preguntó el mago.
- No. Todavía no me has matado - exclamó Eric. Sus cabellos se movían por el viento y sus ojos refulgían. Era una imagen aterradora la de Eric erguido en el poder. Entonces dejó ver la vaina de la que extraería inmediatamente ... la Ensangrentada. Ya nada podía detenerle.
- Oh, impresionante. - dijo el mago, aburrido.- Au revoire, dijo Voltaire - dijo después. Acto seguido pronunció un conjuro y la tierra se cubrió de tiernas florecillas, mientras que de las montañas brotaban cientos de cabras guiadas por Jeidi y Pedro. El abuelito comía pan y queso. Marko encontró felizmente a su mamá y la abrazó, cubriéndola de besos. En la aldea del Ar-C los conejitos, los ositos y los corderitos convivían con el lobo, el áspid, la serpiente venenosa, el tigre de Vengaya, la hiena feroz, y hasta el Chiquito de la Descalza. El rey león vencía a los malos, cenicienta recibía contenta a su hada madrina, la sirenita conseguía ligarse al príncipe ese, Vambi jugaba en la nieve con el conejo Batería, Güili Fok llegaba a tiempo de cobrar la pasta de la apuesta, Alladino solucionaba con su lámpara los problemas de iluminación de todo el mundo y toda criatura y de toda lengua, raza, pueblo y nación se unieron agarrándose de las manos y cantando cánticos de alegría, paz, amor, felicidad, amistad, cordialidad, bienestar, salud, belleza, úlcera gastroduodenal, congestión nasal y todo eso...
- ¡¡¡¡Baaastaaaaaaaa!!!! - gritó Eric desgarrándose la piel de su cara - ¡¡¡¡Mátame... pero no de esta formaaaaaaa... !!!! - Eric sintió cómo sus fuerzas se desvanecían. Era lindo, se estaba muriendo, de nada servía luchar. Justo cuando iba a darse por vencido el astro que había provocado el eclipse estalló, y todos los conjuros desaparecieron instantáneamente. Eric, en un alarde de fuerza, levantó el cuello del suelo y vio que los tres magos blancos habían aparecido, destruyendo aquel astro de 9´5 puntas. Entonces se desvaneció extenuado.

 

- ¡Eric! ¡Vamos Eric! - gritaba Astarté.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó Eric.
- Te lo has perdido - Entonces Astarté contó a Eric que había tenido lugar una gran batalla entre los magos, y que todos ellos sin excepción habían sucumbido.
- Entonces, la magia ha terminado... - dedujo inteligentemente Eric.
- Sí... Nunca volverá a haber magia. Hicimos bien en cerrar la escuela de la aldea.
- ¿Y los últimos alumnos? - sugirió Eric.
- Acaban de morir. Eran los magos blancos.
- ¡Ah, bueno!
- Y Travolti también, ya oíste lo que dijo el mago - añadió Astarté - podemos regresar a Amantis.
- ¡No! - gritó Eric.- Mi venganza no se ha cumplido. Ahora sé a quien tengo que derrotar. ¡ A Tarantizno! No volveré hasta hacerlo, hasta destruir la Era del Tirano, hasta vengar a Apolo de los Amraom. El mundo no será el mismo hasta que yo... - entonces quedó quieto. Unos extraños matraces humeantes se hallaban delante de sus narices. - ¡Astarté, aléjate! ¡La Ensangrentada quiere hacer honor a su nombre! ¡Algo raro pasa! - Astarté se alejó unos metros. Una espesa niebla cubrió todo el paisaje. Al disiparse, Eric se encontró rodeado de unas horrendas criaturas. Todo hacía presagiar que aquella iba a ser la segunda gran batalla del día.
De repente, todas aquellas masas se abalanzaron sobre Eric, que sostuvo su espada con fuerza. Astarté contemplaba la escena horrorizada. Tenía que hacer algo. Miró a su alrededor. Allí vio... ¡una piedra de uranio! ¡Justo lo que necesitaba! La lucha estaba servida...

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