CAPÍTULO 25: EN EL POZO
CAPÍTULO XXV.
Cayendo como estaba, Eric decidió cuantificar las dimensiones del ostión que se iba a pegar si seguía en esa dirección (hacia el duro suelo). Se asustó cuando calculó la velocidad con que se iba a dar el guarrazo si su situación no cambiaba en cosa de media hora.
Pero como "no hay mal que por bien no venga", Eric concluyó que si se la pegaba la palmaba (siempre he dicho que este chico valía), así que decidió buscarle el lado positivo a la cosa: si la palmaba, se iría de este cerdo y asqueroso mundo (o por lo menos eso creía), todos sus problemas, todas las chorradas que unos cuantos escritores llevaban meses inventando para-contra él, todos sus enemigos desaparecerían y se acabarían para siempre. "Visto así, no suena nada mal lo de la megatoña", pensó Eric con su última neurona. Tan buena era la perspectiva de palmarla, que se puso de espaldas al suelo y empezó a soplar hacia arriba para llegar antes hasta un sólido que lo "frenara".
"Rectificar es de sabios", se dijo a sí mismo Eric. ¿Por qué? Pues para justificar de algún modo el miedo que tenía a morir: "Tengo que acabar con Tarantizno, tengo que volver a ocupar la posición de estrella que me corresponde". El caso es que Eric no se quería morir, así que se dio la vuelta y empezó a soplar para frenar su caída.
Cerebro no sé, pero pulmones no le faltan a este chico, así que en poco tiempo consiguió pararse, y ya que se había puesto, decidió seguir soplando para llegar hasta arriba, y entonces comenzó su ascensión. Pero, como ya hemos dicho, muy listo no era, así que no reparó en un saliente en la roca y se la pegó, quedando inconsciente y cayendo hasta el suelo. Fueron sólo cinco metros, pero suficientes para que Eric repasara todo el árbol familiar de la roca, llegando hasta su familiar más lejano, el "Big-bang". Tras este extenso repaso, se puso a escalar, ya que se le había pinchado un pulmón al caer y no podía subir soplando. Y mientras subía y subía pensaba: "¡Ya voy, Tarantizno, ya voy!".
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